Esta historia comienza en una cafetería en Lviv (Ucrania) a finales de junio de 2016 cuando estaba procastinando y me puse a leer sobre la working holiday visa en Japón y me dio por apuntarme.

Por “suerte” pude hacer la mayoría de papeleos desde Ucrania por internet pero me faltaba un certificado médico por el que me tuve que volver a Canarias y esperar un par de semanas para la entrevista en el consulado de Japón en Gran Canaria.

Después de hacer una entrevista me comentaron que mi visado de un año pero tenía una caducidad de noventa días, al contrario que otros países que tienen un año para usarlo, ya que mi plan era haberme ido en primavera para buscar trabajo durante la temporada alta del turismo.

Así que tenía dos opciones: mudarme a Japón antes de noviembre o no perder el visado y tomé el primer camino gastando casi 30,000 puntos de los ahorros de una vida de mi Iberia Plus en un vuelo de ida de Madrid a Tokyo para seguir para Osaka.

En Osaka tenía un voluntariado en el que iba a trabajar unas horas por la tarde en la recepción de un hostel para pagar mi alojamiento así que por lo menos tenía cubierto el techo, por “desgracia” el hostel no tenía cocina y estuve comiendo por fuera durante dos meses aunque era capaz de hacer desayuno, almuerzo y cena por menos de 2000 yenes al día (16€).

Después de darme de alta como residente en Japón e intentar buscar empleo me vi allí “varado” en Osaka y la verdad que no muy feliz aunque era mi séptima vez en Japón y ya sabía como eran las cosas allí pero decidí darle una oportunidad hasta que se me acabaran los ahorros pero hasta para vender mi cuerpo por horas necesitaba tener un nivel intermedio de japonés.

Al tener alojamiento no me di cuenta que lo que tenía que hacer era irme y coger aire y decidir si volvía o no, tenía vuelos a Vietnam, Tailandia y Bali por cien euros en un montón de fechas pero me empeciné en quedarme en Japón porque “esta era la oportunidad de mi vida y no la tenía que desaprovechar”.

La verdad es que la working holiday visa me cogió “talludito” (con una edad) y posiblemente si la hubiera hecho con 20-23 años en vez de con casi 30 hubiera sido una experiencia totalmente diferente para mejor o para peor.

Al mes y pico estaba con dolores de espalda y sin poder dormir por la noche en la “litera de la muerte” y anda escapando porque había hecho algunas amistades en Osaka y tenía algo de conexión con el mundo real.

A finales de noviembre compré un vuelo de Singapur a Atenas por 110 euros para febrero con Scoot como una inversión para mi salud mental pensando de ponerme esa fecha para volverme a casa si las cosas no salían como esperaba, si me salía trabajo en Osaka habría perdido ese dinero y santas pascuas.

Por el puente de diciembre ya estaba bastante “quemado” y decidí irme de Japón hasta que se acabará el invierno estando una temporada en el Sudeste Asiático y saqué mi vuelo hasta Vietnam empezando una nueva edición de #AsiaDondeVoy.

Las tierras niponas se “despidieron de mi” con un brote de la gripe A dos días antes de irme de Japón, tuve que usar el seguro de viaje por primera vez en casi nueve años viajando y gracias a un chute de Tamiflu me pude ir de Japón aunque después me pasé una semana malo con catarro en Hoi An con quince grados más de temperatura.

Dos semanas después de irme de Japón pensé que había tenido una intoxicación con la comida en Tailandia pero resultó ser una apendicitis con la que estuve una semana en el hospital en Chiang Mai de la cuál tengo que escribir un artículo al respecto, puedes ver los stories de mi hospitalización en mi Instagram @tremendoviaje.

Al final usé el vuelo de Scoot a Europa porque no me veía al cien por cien después de la operación, lo que tenía que haber hecho era haber llegado a Japón y después de dos semanas haberme ido para el Sudeste Asiático para haberme venido por navidades a casa y haber vuelto en marzo pero a lo hecho pecho.

Me ha llevado más de dos meses sentarme para contar lo que ha pasado este otoño en Japón y condensar dos meses en un par de folios no es tarea sencilla pero tenía contarlo lo que pasó por encima.

Este verano hará nueve años que empecé con el blog y lo que fue un experimento de año sabático de la carrera, luego fue un proyecto pasional y acabó siendo un estilo de vida lo he tenido en standby un par de años  y creo que ya es hora de acabar con mi etapa de “ermitaño viajero” para hacer algo de provecho.