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Ayer tuve que tomar dos vuelos uno que me llevaba a Madrid y un segundo a Berlin, hasta ahí todo normal.

Soy una persona bastante metódica cuando viajo y mucho más si es un vuelo a primera hora de la mañana con lo cual no puse una alarma en mi iPhone sino cinco y un timer de «regalo».

No tengo ni idea de lo que soñé esa noche pero lo que estoy seguro es que no sonó el jodido despertador.

Carlos son las siete, ¿no tenías que coger un vuelo?, esas son las palabras con las que empezó mi lunes y cuando voy a mirar la hora en el teléfono sale la manzana y se arranca el móvil.

Lo cojonudo de la cuestión es que el móvil no solo estaba enchufado al cargador sino que tenía la batería al por cien; y en ese momento después de mirar el retraso de mi vuelo y que una persona, que fue mi salvadora me dijera que estaba embarcando mi vuelo, decidí coger un taxi para intentar llevar por los pelos.

Como si fuera una película de Bruce Willis le dije al taxista «jefe, mi vuelo está embarcando y tengo que cogerlo sea como sea«, el amigo dentro de lo permitido metió «oxido nitroso» y me alcanzó a los rodeos.

Salí del taxi y en mi mente pensaba «chacho, ni de coñá pillas el vuelo» y no paré ni a mirar en el hall de Tenerife Norte si estaba mi vuelo o no ya que treinta segundos podrían ser la clave.

Ya llevaba todo preparado para pasar el control y cuando vi en los monitores el aviso de última llamada tuve un vuelco en el corazón que ni el primer beso de una chica cuando eres adolescente.

Desde que empecé a ser un «Willy Fog canario» he embarcado en bastantes aviones pero ninguno me ha dado la sensación tan fuerte como pasar aquel finger, ni la pasarela de Operación Triunfo compadre.

El blog ha pasado del medio millón de visitas hace más de una semana pero yo he estado en dispersos en un par de cosas que tengo el horno y que pronto espero contarles.

La moraleja para mi de esa mañana de lunes llena de adrenalina no solo ha sido que a partir de ahora voy a viajar con un despertador de toda la vida (o uno digital), sino en una forma muy rara me ha hecho valorar cosas en mi vida diaria que no me había planteado.