Después de unos cuantos meses buscando la forma de realizar la vuelta al mundo llegaba el momento de partir.

La verdad es que no me terminaba de creer que estuviera saliendo rumbo a la otra punta del mundo pero así era.

Decidí volar desde Marruecos a Nueva Zelanda con la idea de esquivar la nube de cenizas que tantos problemas había dado.

Tuve la suerte de encontrar una tarifa de estudiante con Emirates que me permitía volar a un precio bastante razonable hasta las antípodas.

Para volar a Marruecos tenía dos opciones: ir por Madrid o volar desde Canarias; la primera era bastante peligrosa ya que si por cualquier motivo se retrasaba mi conexión o llegaba la nube del volcán impronunciable se podía torcer de mala forma el viaje.

La noche antes de partir apenas pude dormir por culpa de los nervios, revisé varias veces la mochila para ver que no faltaba nada.

No era menester dejarme el carnet de conducir o el ventolin en La Palma.

Me levanté mucho antes de lo normal sin apenas poder dormir por la noche para salir a tiempo al aeropuerto ya que tenía que coger el primer vuelo de Islas Airways a Tenerife.

“¿Manises dulces o salados?” fue una especie de mantra para mí en el primer día de viaje, es una tontería pero me encanta que en las bolsas de Islas Airways ponga manises en vez de cacahuetes.

Tras una escala en Tenerife Norte llegaba al aeropuerto de Gran Canaria donde tendría que volver a sacar la tarjeta de embarque para volar hasta Marrakech.

Después de desayunar me fui a la puerta de embarque a esperar el vuelo mientras me despedía de mis amigos desde el Iphone.

Una vez subí al avión de Islas me di cuenta que ya no había vuelta atrás y que todo este berenjenal tomaba viento en popa.

El vuelo desde Gran Canaria a Marrakech tiene una duración de dos horas, cierto es que si el vuelo se hiciera con un avión de reactor duraría la mitad.

Pero también es cierto que hacer el viaje vía Madrid requiere cuanto menos de tres veces más tiempo que hacerlo directo con Islas o con Binter.

Dos señores que iban conmigo en el avión me dieron mis primeros consejos sobre Marruecos y me quitaron los mitos de inseguridad del país.

Tras pasar rápidamente la aduana tomé camino a Marrakech donde pasaría las siguientes treinta y tantas horas…