Era un lunes diez de diciembre de 2006, acababa mi primer viaje a Londres y allí estaba en la estación de Bayswater para empezar el camino de vuelta a Salamanca.

Lo que se suponía que tenía que ser un trayecto sin paradas en la circle line no lo fue, como es normal en el metro de Londres en hora punta siempre había problemas.

Salí del tren en Paddigton y le pregunté como llegar a Liverpool station y el señor del metro simplemente me dijo «siga a ese tipo».

Y así hice, no tenía mucho tiempo para divagar entre que hacer o que no hacer.

Al llegar al andén para tomar la Hammersmith line me encontré con el hombre que había tenido que seguir para encontrar el camino a mi destino.

Me pongo a hablar con el tipo, un inglés de unos treinta y poco, nos ponemos a hablar mientras llega el metro y en ese momento se dio una situación cuanto menos surrealista.

¿A dónde va usted?

–Voy a Stansted

Casualmente yo también, es la primera vez que voy.

–Sígueme al tren entonces, pero de todos modos está bien señalado.

¿Con que compañía vuela?

–Con Ryanair

Caramba, yo también vuelo con Ryanair.

–¿A dónde va?

De vuelta a España, a Salamanca pero tengo que tomar un vuelo a Valladolid

–¿Valladolid?

Si, Valladolid ¿por qué?

–Voy a tomar un vuelo a Valladolid

¡Es imposible!

Resultó que el señor trabajaba para una empresa  que llevaba los sistemas de pintura de los coches en la fabrica de Renault en Valladolid, nos volvimos a encontrar tanto en el aeropuerto como en la recogida de maletas pero no le volví a ver nunca más.

Han pasado casi tres años y todavía me quedo alucinado pensando en las posibilidades para que se diera esto, ya que una cosa es coincidir con alguien de Tenerife que vaya en el tren de Salamanca a Madrid y vaya en el mismo vuelo que tu (que se me ha dado el caso), pero esto es muy distinto.

Espero que os haya gustado la anécdota, ya empiezo a tener batallitas de abuelo.