Mis horas en Marrakech se acababan y salí al zoco por última vez para buscar algo que comer pero tras dar vueltas como una peonza acabé en un restaurante para turistas comiendo un Tajin de cordero.

IMG_1185-IPHONE

Llevaba sin comer cordero desde mi visita a Islandia en octubre del año pasado donde disfrute de cantidades industriales de cordero de todas las formas posibles (exceptuando por la vena).

El tajin me produjo un dolor de estomago un poco tenso pero nada del otro jueves afortunadamente.

Vuelta al hostel para revisar las últimas cosas en internet y una pequeña siesta salí a buscar un taxi para ir a la estación de tren.

Otra vez me había perdido por las callejuelas del zoco y esta vez me corría un poco de prisa; pasé de preguntar a nadie y seguí caminando ya que las laberínticas calles del zoco no podían ser interminables.

Tras un cuarto de hora de exploración no programada del casco viejo de Marrakech encontré un taxi y un taxista con más cara de espalda que me pidió cinco eurazos por llevarme a la estación de tren, al final regateando la cosa quedo en 35 dirhams (3,5 euros) pero me imagino que el trayecto costaría la mitad.

Por suerte llegaba con tiempo a la estación de tren de Marrakech para pillar mi tren a Casablanca.

IMG_1188-IPHONE

Pillo tren en segunda clase gracias a la recomendación de un amigo por la cual me ahorré seis euros.

La diferencia entre la primera y la segunda clase es que la primera son compartimentos privados de seis personas y la segunda son butacas de cuero.

Se acababa mi breve visita a Marrakech aunque posiblemente vuelva en septiembre a pesar de todos los importunios sufridos en mi primera visita.

Si algo bueno tenía coger el tren de las cinco de la tarda era que podría disfrutar del atardecer desde la ventanilla del tren y de los paisajes del Marruecos “real”.

Tras dejar la ciudad y los suburbios pobres de Marrakech empecé a ver a los señoras que trabajaban la tierra, los burros no turísticos y a los niños que miraban al tren con ilusión y saludando como si se despidieran de un amigo o una amiga especial.

IMG_1194-IPHONE

Pasadas casi cuatro horas llegué a la estación de Casa Voyages en Casablanca y tomé un “petit taxi” hasta la embajada americana.

Aquél Peugeot del año de Maricastaña sin cinturones de seguridad y con una música del que debía ser el Chago Melían marroquí le daba un ambiente cuanto menos exótico al trayecto.

Las calles de Casablanca eran bastante más civilizadas que las de Marrakech y en su organización urbanística me recordaba mucho a Las Palmas de Gran Canaria.

Mi host en Casablanca es un profesor de inglés del instituto americano en Casablanca que es una persona cuanto menos sorprendente; ha estado viviendo y trabajando en más de una decena de países, escribe para guías de viaje y su hobby es hacer maratones (pero de correr, no de ver el señor de los anillos en extendida).

Cuando tenga la edad de Joel no me importaría ser como él.

Después de hablar un poco sobre todo llegó el tiempo de dormir pues el día siguiente iba a ser bastante duro.