Los señores que conocí en el avión me alcanzaron hasta el centro de Marrakech donde acabamos almorzando en un restaurante italiano llamado Portofino que no estaba mal pero tampoco era para tirar cohetes, lo bueno es que tenía WiFi y aire acondicionado.

Después de una breve sobremesa tomé camino hacía mi hostel (Riad Amazigh/Equity Point).

Me metí por las calles del zoco en busca de mi hostel y dos “amigos” marroquíes se ofrecieron a llevarme hasta mi alojamiento.

Lo primero que me preguntaron antes incluso del lugar que estaba buscando era mi equipo de futbol.

La verdad que me sorprendió la gran afición que hay en Marruecos por futbol; en cada esquina habían personas con camisetas de los dos equipos a cada cual más falsificada.

Volviendo a mis “amigos” he de contar que me dieron más vueltas que un trompo para hacerme llegar a mi destino a pesar de que les dije donde estaba.

El cuentakilómetros de los gps con patas andaba liviano y cuando finalmente encontramos mi alojamiento me pidieron la bonita cantidad de 200 dirham marroquíes (veinte euros).

Entre al hostel y le pregunté al manager si esto era normal y si era legal, la verdad es que estaba mortificado y bastante cansado así que accedí a darles cincuenta dírhams a cada uno para que se fueran a freír espárragos.

Los dos colegas no contentos con haberme chuleado cinco euros cada uno querían el doble, les dije que iba a llamar a la policía y me soltaron “que ellos conocían a la policía”.

El manager del hostel negoció con ellos en árabe y al final la broma se quedo en 140 dirham (catorce eurazos).

El manager me dice básicamente que me dé con un canto en los dientes porque no me han pegado la sablada, que a muchos de sus clientes por traerlos cien metros les han cobrado 40-50 dirhams.

Supongo que en los videoclubs o en los top manta de Marruecos deben tener la saga de loca academia de policía en la sección de drama.

La verdad es que el hostel era una autentica joya, sinceramente es el mejor hostel que he visto en mi vida.

Las habitaciones eran gigantescas y con un montón de espacio no como los hostels de Londres que parecen campos de concentración.

Además tenían wifi gratis (con poco se me hace feliz), toallas incluidas, un desayuno típico brutal y lo mejor de todo… ¡tiene piscina!

La verdad es que si vuelvo a Marrakech me pienso volver a alojar en el Equity Point porque es simplemente brutal.

Al atardecer buscando el fresco fui a dar una vuelta  por el zoco pero cometí el error de no llevar la réflex cosa de la que me arrepiente muchísimo.

Así que no me quedará más remedio que volver a Marrakech…