El domingo en Auckland no se presentaba tan soleado como el sábado pero a pesar de ello me fui a dar otro paseo por la ciudad con el objetivo de conseguir un coche para la semana.

Por suerte casi todas las franquicias de alquiler de coches estaban cerca y pude comparar precios. Después  de investigar decidí alquilar en ACE rentals. La verdad que me sorprendió que me alquilaran un coche teniendo menos de dos meses de carnet de conducir pero no tuve problema en ese respecto.

Después de solucionar el tema coche que recogería al día siguiente di mi último paseo por Auckland y encontré un bar español en el paseo marítimo que estaba vacío por el mal tiempo pero decidí entrar en un ataque de “morriña”.

Tomar una Estrella Damm y escuchar Extremoduro en la otra punta del mundo es una experiencia cuanto menos curiosa, bendita globalización.

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De vuelta al hostel tuve la pelea final con jetlag que llevaba atormentándome un par de días desde mi llegada a las antípodas; esta vez decidí cambiar mi estrategia para luchar contra el cambio de hora estando sin dormir hasta el día siguiente, finalmente solamente dormí una hora y salí a buscar el coche tras una visita a Starbucks.

Una vez llegado al rent-a-car hice todo el papeleo para alquilar el coche, me iban a dar un Subaru pero en lugar de eso me dieron un Nissan Sunny con 200,000 km, pero todo no iba a ser malo pues el coche era automático lo cual fue una gozada.

Conducir por la izquierda es algo que en un principio puede parecer absolutamente chungo pero que no lo es tanto, en mi caso pudo ser porque llevaba conduciendo menos de dos meses y me adapté fácilmente.

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Lo principal para no morir en la carretera en los países anglosajones es llevar el coche por la izquierda, sé que suena a “capitán obvio” pero cuando estás cansando después de una paliza de muchos kilómetros piensas “¿pero el coche no va por la derecha?”.

Los accidentes frontales son una putada, Sara en Wellington me contó el caso de una familia española que tuvo un accidente frontal, el conductor del otro coche estuvo en coma una temporada y el español se tuvo que quedar aquí para el juicio.

Yo particularmente pensé que las rotondas iban a ser el mayor de mis problemas  pero no tienen mucha ciencia, en lugar de salir hay que salir a la izquierda.

Para mí el problema fueron las intersecciones que es algo que tendía a hacer de cabeza y en más de una ocasión me vi con un coche enfrente, así que ojito con las intersecciones.

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La velocidad máxima en Nueva Zelanda es de cien kilómetros por hora (más el 10%) así que todo Dios va aquí a 110 km/h. El primer día que cogí el coche hubo una lluvia muy fuerte y a pesar de que iba a 90 km/h todo el mundo me adelantaba, y cuando digo todo el mundo digo hasta guaguas (autobuses) y camiones.

Volviendo a mi viaje ese lunes intenté llegar a Matamata para ver Hobbiton pero no fui por la lluvia, de todos muchas personas me dijeron que era “una experiencia sobrevalorada” por decirlo de forma fina.

La entrada  a Hobbiton cuesta cincuenta dólares (27 euros) para ver un par de cosas, con un poco más te pagas la entrada a un parque de atracciones en cualquier lugar del mundo.

Aproveché para parar en McDonalds y probar la especialidad local llamada “Mighty Angus” que sinceramente no sabía a una hamburguesa de McDonalds de lo buena que estaba, no tenía esa sensación desde el mítico McRib.

McDonalds Mighty Angus

Seguí mi camino hacía la costa pero continuaba lloviendo a cantaros. Paré a tomar otro café y seguí camino hacía Rotorua.

Tras un par de vueltas por el pueblo buscando en el hostel conseguí llegar y en cuestión de minutos me quedé dormido. Gracias al mal tiempo tuve una habitación de cuatro personas para mí solo y pude dormir unas quince horas del tirón.

Después de esa sobada le dije adiós al jetlag en Nueva Zelanda….